sábado, julio 19, 2008

Por lo menos para eso

Tengo la absoluta certeza de que tengo corazón.
Porque duele.

jueves, julio 17, 2008

Inexacta explicación

- Güey.
- ¿Qué pasó?
- ¿Ya te invitaron?
- ¿A dónde?
- Pues con El Chilango.
- ¿Ya?
- Simón.
- Y El Huicho.
- También.
- y Fernando.
- El Coyote.
- Hugo.
- Chale.
- ¿Ya tendrán dónde meterla?
- Pues igual por eso ¿no?

miércoles, julio 16, 2008

El Coyote cumple años

Cuando salí de la secundaria y entré a la prepa cambié de amigos. El argumento más contundente es que yo padecía de hambre y con quien me juntaba en la secundaria no. El hambre es más grande que la amistad, así que opté cada mañana del primer semestre de la preparatoria por ir desayunar yo solo. Sin amigos. Y satisfacer mi hambre.

Un día en la lonchería Tradición, mientras pedía en solitario una torta cubana, aparecieron en el escenario de mi vida dos personajes, tenía cara de niños, usaban brackets, participaban poco en clase, pero conocían a la mayoría de las compañeras guapas, me invitaron a sentarme con ellos al reconocerme como su nuevo compañero e hice lo único educado que he hecho con ellos desde entonces, esperé a que les sirvieran su comida, para luego comer yo.

Luego les hice cosas muy groseras. A Neto, una vez, estábamos en la casa del Kapi y le escondí su cuaderno atrás de un cuadro, se me olvidó que ahí lo había dejado y al otro día el pobre menso tuvo que caminar hasta la casa del Kapi para poder entregar la tarea que contenía ese cuaderno. Aún no entiendo porqué no me pegó.

Tampoco lo hizo una vez que jugando frontenis le di un pelotazo justo en la nuca, el círculo enrojecido se le quedó marcado entre el cabello.

Supongo que a Neto le debo como 28 pesos, de la época de prepa cuando me quedaba sin dinero para el camión y le pedía un peso para completar mi pasaje. En cambio creo que siempre puse lo justo para pagar las lechugillas y el bolillo con el que terminábamos las tardes de frontenis.

Creo que el día que terminamos más tarde la fiesta fue aquella vez que de apoyo una lavadora, cantamos durante horas la canción de rompe y rasga "¿Qué me vas a dar si vuelvo?", algo que hasta este momento es secreto de estado. Una vez tuve que callarlo porque desde la azotea de mi casa solicitaba servicios especializados de compañía femenina.

"Vas a ser tío" me dijo en un mensaje de celular hace casi cinco años. Y su hija nació exactamente 20 años después que yo. Comí un chocolate, fui el único que la cargué porque nadie de los demás se animaba. Le ayudé a darle el biberón muchas veces. Era como niña de todos.

Nos dejamos de ver meses, semanas, pero cada que nos reencontramos es como si retomáramos la plática en el mismo punto la habíamos dejado antes. Ya no jugamos frontenis por falta de tiempo. Mucho menos tomamos lechuguilla con bolillo luego.

Pero el muy maldito tuvo a bien festejar su cumpleaños el próximo sábado. Hay toros ese día en la plaza. Quizá entienda.

lunes, julio 14, 2008

El renacer de una planta

Mi papá es un señor a quien admiro y quiero mucho. Creo que él siento por mí por lo menos uno de los dos sentimientos. Pero estoy casi seguro que hay algo en que nos caemos mutuamente gordos. La jardinería tiene la culpa.

A él le gusta plantar flores, podar el pasto, buscar tierra buena, removerla, juntar basura y demás cosas. A mí todo eso me aburre, me llena de flojera y me saca ampollas en las manos.

A veces le ayudo a podar el pasto, a recoger el zacatito, pero es más por solidaridad y compañía, que por que me guste el jardín.

Recientemente en un espacio dentro de la casa puso un jardín. Mientras no salían de vacaciones estaba a toda madre: curiosito, flores coquetas, plantas chidas. Cuando se fueron a pasar unos días en Jalpa, me di cuenta que las plantas eran muy maricas y había que regarlas todos los días.

La semana pasada llovió así que no me ví en la necesidad de perder 20 minutos todos los días regando flores. El fin de semana me fui a Guadalajara, la casa se quedó sola y no llovió. Cuando regresé había por lo menos tres plantas todas apachurradas, marchitas, con las hojas sobre las piedras y sin brillo.

Actúe en contra de mi naturaleza y pasé 25 minutos con una manguera y agua regando las plantas. Asumí que mi regada ya tardía era más un acto funerario pero tenía por lo menos el compromiso moral de intentarlo. Me fui a dormir sin recordar las plantas y sin cargos de conciencia.

Hoy que me levanté las plantas que daba por muertas estaban vivas. En tres, salvo algunas hojas cafés que se habrán de caer, no había señales del mal fin de semana que pasaron ahogandose se calor. La otra ahí la lleva.

Fue una sensación extraña para mí. Me sentí bien. Inténtelo si tienen oportunidad.

El renacer de la planta. Lo tomo como un contundente mensaje de esperanza.